jueves, 13 de junio de 2013

Accidente aéreo.
     Una pareja abrazada  en su amor,  a lo lejos veía como el humo salía  de lo que fue  la avioneta que a sus padres traía,  para celebrar  su matrimonio con toda la  algarabía.
     Las penas y las alegrías viajan juntas en un  mismo carrusel y es cuestión de tiempo para que el alma se inunde de dicha ò se suma en el más denso de los llantos,  según el clarín que silbe al horizonte…
     Las adversidades  y los regocijos saltan a cada paso, lo que ayer iba a ser marcha nupcial, hoy es réquiem de un funeral, según el redoble del tambor…
     Las sirenas de las ambulancias estremecen a lo lejos.  Las grúas y los carros bomberiles,  cual llameantes acuarelas,  relumbran   la distancia.
     Ayer el corazón gozaba,  hoy se compunge ante el peso de los hechos.
     La dicha y la tristeza son partes de nuestro corazón. Todo depende de los ropajes de oropel con los que se atavíe el  destino.
     Son  matices   de  arcoíris que engalanan  la montaña.
     Ayer la alegría a una novia le inundaba el pecho, hoy el llanto a una huérfana  le colma los ojos.
     El huno negro que mana del lugar del siniestro,  es como  las plegarias que parten rumbo al más allá, llevándose todos los recuerdos y sus rizas,  a un mundo distante y pomposo, a donde todos  iremos al fin a descansar…
     La avioneta es el Pegaso que surca el denso aire,  el cual permite que los labios que se besan,  reduzcan las ansias en los brazos del tiempo.  Solo que en el ahora,  ante un contratiempo, yace desgarrado en el medio de la pista.
     Y ellos,  trémulos espectadores, son los juguetes indemnes de los acontecimientos.  Ayer se  regocijaban  llenos  de alegría planeando su boda.  Hoy se  postran  ante  las profundas grutas donde cohabita el dolor.
    Todo depende de  la careta que  arrostre el azar.

Gerardo B. Gamboa.

Martes 08 de marzo de 2011.

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