Accidente
aéreo.
Una
pareja abrazada en su amor, a lo lejos veía como el humo salía de lo que fue
la avioneta que a sus padres traía,
para celebrar su matrimonio con
toda la algarabía.
Las penas y las alegrías viajan juntas en
un mismo carrusel y es cuestión de
tiempo para que el alma se inunde de dicha ò se suma en el más denso de los
llantos, según el clarín que silbe al
horizonte…
Las adversidades y los regocijos saltan a cada paso, lo que
ayer iba a ser marcha nupcial, hoy es réquiem de un funeral, según el redoble
del tambor…
Las
sirenas de las ambulancias estremecen a lo lejos. Las grúas y los carros bomberiles, cual llameantes acuarelas, relumbran
la distancia.
Ayer el corazón gozaba, hoy se compunge ante el peso de los hechos.
La dicha y la tristeza son partes de
nuestro corazón. Todo depende de los ropajes de oropel con los que se atavíe
el destino.
Son
matices de arcoíris que engalanan la montaña.
Ayer la alegría a una novia le inundaba el
pecho, hoy el llanto a una huérfana le
colma los ojos.
El huno negro que mana del lugar del
siniestro, es como las plegarias que parten rumbo al más allá,
llevándose todos los recuerdos y sus rizas,
a un mundo distante y pomposo, a donde todos iremos al fin a descansar…
La avioneta es el Pegaso que surca el
denso aire, el cual permite que los
labios que se besan, reduzcan las ansias
en los brazos del tiempo. Solo que en el
ahora, ante un contratiempo, yace
desgarrado en el medio de la pista.
Y ellos,
trémulos espectadores, son los juguetes indemnes de los
acontecimientos. Ayer se regocijaban
llenos de alegría planeando su
boda. Hoy se postran
ante las profundas grutas donde
cohabita el dolor.
Todo depende de la careta que
arrostre el azar.
Gerardo B.
Gamboa.
Martes 08 de
marzo de 2011.
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